NEGACIÓN

El hecho de negar la realidad de que alguien ya no está con nosotros porque ha muerto permite, inicialmente, amortiguar el golpe y posponer parte del dolor que nos produce esta noticia. Aunque parezca un sinsentido, esto tiene su utilidad para nuestro organismo, ya que ayuda a que el cambio de ánimo no sea tan brusco. La negación, se puede manifestar con expresiones tales como: “Aún no me creo que sea verdad”, “Es como si estuviera viviendo una pesadilla” e incluso con actitudes de aparente “entereza emocional” o de actuar “como si no hubiera pasado nada”.

Esta fase surge como defensa y dura hasta que el “Yo”, consiga asimilar gradualmente el golpe. Shock e incredulidad, incluso negación, que dura horas, semanas o meses.

IRA

Es cuando entendemos que lo que sucedió es real y que no podemos seguir negándolo. Esta rabia o ira se manifiesta hacia cualquier persona de nuestro círculo familiar, amistades, extraños, con nosotros mismos, el fallecido y hasta con Dios. La muerte es percibida como el resultado de una decisión y por eso se buscan culpables.

NEGOCIACIÓN

Se trata de un proceso mental y se puede decir que es una de las etapas menos conocidas, del proceso del duelo. Lo que sucede durante la etapa de negociación es que se fantasea, se acude a las probabilidades, se intenta hacer pactos con la ilusión de recuperar lo perdido, aun cuando seamos conscientes de que es imposible recuperar a la persona fallecida. Es una forma de lidiar con el dolor y, aunque es normal, si nos damos cuenta de que llevamos mucho tiempo en esta etapa, es importante buscar ayuda.

DEPRESIÓN

Cuando dejamos de intentar negociaciones imposibles, cuando ya nos hacemos 100% conscientes de que no se puede revertir lo ocurrido, que la muerte ya ha sucedido y no queda más que aceptarla, lo que sigue es la depresión. Es una de las etapas del duelo más delicadas, por eso es recomendable buscar ayuda para atravesar al ritmo que nos lo permita el dolor, pero también para poder salir de ella. Lo que se recomienda es no romper la rutina que se llevaba antes del fallecimiento, mantenerse activo, y comprender que se trata de una fase natural, que de hecho, nos lleva a la última etapa del duelo.

ACEPTACIÓN

Es la fase final. Si nos permitimos atravesar y asimilar las etapas anteriores, cuando llegamos a esta, logramos la aceptación de lo ocurrido.. Hay que reconocer que la vida continúa, y que aceptar la muerte de un ser querido no significa olvidarlo. Se recomienda trabajar en recordar a la persona fallecida con cariño, paz y con una sonrisa por todos los momentos compartidos.

Agradecer lo afortunados que fuimos al compartir la vida con esa persona, nos ayuda a seguir llevándolo en nuestros recuerdos y seguir caminando hacia adelante en nuestra vida.